martes, 21 de septiembre de 2010

Continuamos.




".tiene dueño todo sí, hasta el aire que respiramos.., y sin embargo, ya ves Kike, todo es nuestro, más allá de cualquier frontera, de cualquier limitación que nos imponga el lenguaje, el recelo humano a lo desconocido..todo es nuestro!, y nuestra la libertad para tomarlo entre las manos, nuestro tambien ese instante y cada emoción que despierte en la piel, cada idea que despierte en la razón..al contacto de todo eso, que estuvo siempre ahi, y seguirá después de que nos hayamos ido.., todo y cada uno de nosotros, desde el ministro al mendigo.., y por eso es sólo nuestro, más nuestro que de nadie, que no perdamos detalle de cada bello regalo que nos vá presentando la vida."
                                                                                                                AMAYA MARTÍN.



No dudo de tu elección ideal de un Mundo y un Universo que seguirán por millones de eras girando y volteándose mientras renacen y mueren estrellas y galaxias, que nuestra tierra vivirá un poco menos y que mientras estamos vivos tenemos la obligación de tomar y preservar todo lo que nos rodea. Pero aún así todo tiene un dueño, alguien que a su antojo quiere manejar las vidas y los destinos, manipular hasta la extenuación cada milésima susceptible de ser utilizada en su benficio y en detrimento de los demás. Nada hemos de llevarnos pero igualmente acaparamos en lugar de compartir y ser un todo con los otros, con los que tienen y con los que no, con los que saludan al sol y los que le vuelven la espalda a la luna. Es hora de juntarse para expresar que no es este el camino, que no se recorren los senderos de la vida negando el derecho de los otros a un pedazo de buen pasar, ni al trozo del pan del camino. Quizá mis palabras se distorsonan porque yo no soy uno de los dueños.   No hablo desde la envidia, ni el resentimiento, quizá sólo desde el sentimiento de culpa que imprime el no ser capaz de reinventar un mundo paralelo y distinto, no mágico  ni idealizado, sólo real,  en el que los cuentos sean parte de una imaginación que disipe  las inclemencias que nos impiden llegar a Utopía.

"No hagáis duelo por la pérdida, ni por mis pecado, no recéis ni me encomendéis a profetas ni invoquéis  vuestros salmos por la salvación de mi alma, sin duda, sin nada de todo eso, las estrellas y los firmamentos seguirán su curso sin reparar en mi pobre insignificancia, dejadme pues que entregue mi vida a los placeres que otorgan la música, la poesía, el vino y ¿por qué no? dejadme amar y ser amado sin que os preocupe ni ofenda mi modo de aprehender el tiempo que me ha tocado."

 Algo así dijo Omar Jayám, poeta persa del siglo IX.