Me pregunto que tendrá que ver la estación de Saint Lazare con la música tradicional, o simplemente con aquello de lo que yo empecé a escribir en este blog. Sé que en la fotografía no se distinguen mucho los trenes, pero están ahí: en la vías, esperando la señal radio eléctrica y digital que les permita salir en busca de su destino. Son mucho más distinguibles los barrotes que separan los espacios. Y el reloj, queda el reloj, marcando las horas y el tiempo que hoy como ayer distribuye el paso de las generaciones camino de aquí o de allá, del trabajo a la casa o vaya usted a saber donde irá cada viajero con su equipaje material y espiritual. Cada quien allá donde lo esperen o no, donde lo lleve su libre albedrío o el destino que a cada uno de nosotros nos tiene encadenados en el devenir de los días. también queda la nostalgia de los tejados de lata y cristal. La herrumbre de los años pasados y las visiones de todos los pintores y fotógrafos que han querido vislumbrar algo que el ojo por sí mismo no es capaz de retener. El instante irrepetible. Falta el humo y se echan de menos los ojos de quien espera la llegada de algún tren indefinido de los muchos que llegan a diario y en cada intervalo a la estación, o quizá los ojos arrasados de quien se despide sin esperanza. Han sido tantos los lienzos que me han conmovido y tenían como protagonista esta estación parisien y este puente que he querido llegar hasta aquí y meditar sin saber muy bien que es lo que quería, pero así quedó cumplida esta impresión.
sábado, 26 de septiembre de 2009
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