Los Mayalde.Decir algo más de esta familia de trashumantes
de la música de raíz, después de tanto tiempo subidos a un escenario, no parece
que vaya a descubrir nada nuevo. Ni para aquellos que los conocen de antiguo,
ni para quienes recién terminan de saber de ellos. Para quienes los conocemos
en el término medio y con pocos datos, salvo los de haberlos visto actuar en
unas cuantas plazas y salir por la puerta grande en todas ellas. Alzados por
los brazos y los vaivenes de un público
entregado a las danzas del norte y del sur, a los vientos y compases del este y
el oeste. Como en un fantástico cuento de Oz que une todos los caminos de todas
las periferias. Y no habla de magias su mundo, que bien tangibles se muestran
sus realidades, al ritmo de los utensilios,
objetos y materiales más cotidianos, cotidianos en un ayer que acercan al
instante en el que vivimos. Tienen sus espectáculos un eclecticismo de
antigüedades muy sabroso, muy digerible y comprimido en el espacio, puede el
espectador sentir emociones que lo trasladen desde las llanuras del neolítico hasta
las bodegas de los sus bisabuelos. Abordan la música y la palabra como los
actores del teatro griego y romano. Desde la tragedia al mimo con toda la carga
de superstición espiritual y tangible del melodrama en el romancero de ciegos y
pícaros. Se sitúan y sitúan al espectador en una suerte de rito iniciático que
trasciende esta o aquella cultura. Oficiantes de una comunión de gentes de hoy
con un pasado que se trasmite en la voz y los gestos rítmicos que continúan la vida.
Quizá sea mucho decir que el trabajo no es sino la acción necesaria para llevar a término cualquier
empresa, y su empresa es cierta y elaborada, entretener manifestando aquello
que es consecuente con lo que importa. Dicen, ellos: que al cantar, en nuestras tradiciones, vivimos al menos tres
veces, por aquellos que cantaron, por nosotros mismos y por los que cantarán
nuestras canciones. Emocionalmente no
andan errados, vivimos las ilusiones y los sentimientos de quienes ya las vivieron y aquí las dejaron para nosotros.
Puede que no supiéramos recogerlas, e incluso en algún momento las
despreciamos. Pero diremos en nuestro descargo que no sabíamos lo que hacíamos. No nos
habíamos parado a pensar en todo lo que de nosotros mismos y en nuestro auxilio
tenían guardado estas enseñanzas. Mayalde lleva mucho sabiendo esto. Pilar, Eusebio,
Eusebio, Pilar. Laura y Arturo. Los cuatro en presente de indicativo marchoso. Entre
tinajas y bites.