Me pregunto que tendrá que ver la estación de Saint Lazare con la música tradicional, o simplemente con aquello de lo que yo empecé a escribir en este blog. Sé que en la fotografía no se distinguen mucho los trenes, pero están ahí: en la vías, esperando la señal radio eléctrica y digital que les permita salir en busca de su destino. Son mucho más distinguibles los barrotes que separan los espacios. Y el reloj, queda el reloj, marcando las horas y el tiempo que hoy como ayer distribuye el paso de las generaciones camino de aquí o de allá, del trabajo a la casa o vaya usted a saber donde irá cada viajero con su equipaje material y espiritual. Cada quien allá donde lo esperen o no, donde lo lleve su libre albedrío o el destino que a cada uno de nosotros nos tiene encadenados en el devenir de los días. también queda la nostalgia de los tejados de lata y cristal. La herrumbre de los años pasados y las visiones de todos los pintores y fotógrafos que han querido vislumbrar algo que el ojo por sí mismo no es capaz de retener. El instante irrepetible. Falta el humo y se echan de menos los ojos de quien espera la llegada de algún tren indefinido de los muchos que llegan a diario y en cada intervalo a la estación, o quizá los ojos arrasados de quien se despide sin esperanza. Han sido tantos los lienzos que me han conmovido y tenían como protagonista esta estación parisien y este puente que he querido llegar hasta aquí y meditar sin saber muy bien que es lo que quería, pero así quedó cumplida esta impresión.
sábado, 26 de septiembre de 2009
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8 comentarios:
Los paisajes hablan por la impresión que causan.
La transmites bien:
la espera, los barrotes, el destino impredecible, el tiempo, la nostalgia de los tejados tristes, el pasado y sus recuerdos.
Bello lienzo.
Un placer verlo contigo.
Abrazos
Muchos sentimientos se dan en las estaciones de tren. Y en París, abandonando una ciudad de luz con sabor a existencialismo, en la que se mezclan monumentos gigantescos con "les bouquinistes", y exquisitos restaurantes con "döner kebabs", se añade la promesa de volver...
Y volveré!.
Besote.
Vine hasta aquí para probar una rosquilla casera. Y he de decir que me supo deliciosa. Casi podía cerrar los ojos y ver através de tus palabras esta estación que bien podría haber sido otra cualquiera, aunque París siempre será París, y ver la ilusión y la desilusión de pasajeros y acompañantes diciendo adiós con el pañuelo al aire unos, a amores otros, a hijos, a padres... y otros subiendo a un tren sin rumbo fijo. Y ahora que lo pienso, creo que los trenes por mucho que el reloj de la estación marque las horas, nunca tienen un destino fijo. Creo que el destino es siempre imprevisible. Tal vez sólo porque no lo conocemos. Yo doy gracias a Dios por ello! Al menos así, siempre me queda la ilusión de poder cambiar lo que no me gusta, de seguir soñando que todo es posible.
Fue un placer compartir cena y versos contigo. Eché de menos no poder compartir más palabras, pero al fin, a nosotros sólo nos separa un tren de cercanías para poder tomar un café y seguir disfrutando de tu poesía. He de confesar que suena mucho mejor cuando la recitas.
Un gran abrazo Enrique.
Quizás la imagen desnuda de la luminosidad que dan los colores del sol, no sea muy llamativa, pero al ir aderezada de tus plabras... se llena de vida, y apetece saber más....y un día conocer la estación...
Besotes.
Talvez, la imagen desnuda de la luminosidad que regala el sol, no sea muy llamtiva, pero aderezada con tus palabras... vibra e invita a querer saber más y a conocerla.
Besotes.
¿Me pones medio kilo? Las cato y... SEGURO QUE REPITO.
Un abrazo, Enrique.
Ybris, los paisajes, tienes razón, los ven nuestros ojos y nuestro ánimo.
Kofee; París siempre espera.
Media Luna, ten cuidado que de sabrosas que son se pegan al paladar.
Elena, eso me ocurrió ver los cuadros de los impresionistas de esta estación me hizo ir a conocerla.
Jesús, ya sabes que eso es lo que tienen las cosas que se hacen en casa.
muy acorde la foto con el texto, y me alegra ver aquí a un montón de amigos del otro día
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