No añadiré una fotografía, al hacerlo en la anterior reflexión me quedé sin espacio para continuar escribiendo; después de que anduve trasteando sin saber. Por eso no tuve certeza en mi espera. No hubo nada indefectible, luego no aconteció lo que yo esperaba que se debiera cumplir.
Mi pretensión no era opinar solamente de lo cierto o no, de aquello que al dar por seguro pensamos que siempre va a estar. la tradición tiene esas necesidades, impregna nuestra cotidianidad de certeza, exactitud que esperamos y que cuando no se cumple nos llena de perplejidad, pero no por ello supone una verdad, al menos no una verdad absoluta, aunque si lo sea en nuestra convicción, y estemos convencidos de aquello que nos evidencia, nuestra referencia cultural y vital, y en un momento todo aquello que presenta certinidad ya no se contempla, queda como la palabra, en desuso, antigua, vetusta, referida a un pasado anterior y a la vez sublimada, sumida en una imagen que mejora nuestro tiempo, haciendo que todo lo pretérito aparezca mejorando el nuestro, asignando una serie de cualidades que superan a las que en nuestra existencia se desarrollan, dándole al curso de lo sucedido una mayor autenticidad, sin reparar en que lo mismo que doliera a nuestros ancestros a nosotros nos sigue dañando.
Enrique Sabaté.
viernes, 12 de agosto de 2016
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