Tenemos esa forma de encontrarnos, la manera de buscar, este modo de acercarnos a aquello que parece que es parte nuestra, da igual aficiones o gustos, las obligaciones son otra cosa, la parte de la vida a la que tenemos que atender sin que podamos apartar la vista o podamos decir esto no lo afronto, porque hacerlo significa quedarse al margen, y no siempre es aceptable estar a un lado por más que lo deseemos, no seremos entendidos, nos alcanzará la incomprensión, nos tomarán por tipos raros, como aquellos que se desplazan y siempre son forasteros hasta en su propia casa.
Me gusta escuchar a quien tiene algo que decir; hace años, esto es una historia verdadera, en una villa asturiana, a la puerta de una iglesia románica, coincidimos con una boda, con todos sus invitados vestidos de lo mismo que van vestidos en todas las bodas desde hace mucho tiempo, trajes iguales, da lo mismo quien sea el diseñador o la marca pret a porter, entre humanos somos imitadores, unos remedamos lo que otros pensaron antes. El caso es que a la puerta de la iglesia había tres transeúntes, tipos abigarrados y bastante pasados de vueltas en la vida, desheredados del porvenir y el presente, viendo aquel espectáculo, que a ellos les quedaba muy lejano, esta fue su observación: "a estos como a los de mi tierra, vestidos de pingüino como van, todavía les reparten la luz con un cazo.
Lo que quiero decir, aunque no se me entienda, es que da igual el sitio donde nos encontremos, siempre seremos confundidos por la luz o la oscuridad, y esa es costumbre desde antiguo, pensar que el lado de la claridad es en el que estamos nosotros.
miércoles, 10 de agosto de 2016
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